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¿Qué pasa con la educación?
Enrique Calderón Alzati
¿Qué pasa con la educación?
Mientras otros países están dedicando sus mayores esfuerzos e inversiones a la educación, tenemos cada vez signos más claros de que en el nuestro los únicos avances son los que nos cuentan en los discursos oficiales, al tiempo que las noticias y experiencias de la vida diaria indican lo contrario.
Hace unos cuantos días me llamó la atención una noticia sobre los próximos exámenes de evaluación que serán aplicados a maestros y aspirantes a estos puestos en todo el país. Se informaba en primera instancia la presencia de todo un sistema de seguridad para impedir la venta de los exámenes y el uso ilegal de esos papeles, para que los profesores pudiesen aprobar sin trampas. Es decir, todo un tráfico de documentos, con el único fin de nulificar los objetivos de esas pruebas.
Seguramente, quienes dieron esa información por parte del Instituto Nacional de Evaluación y de la Secretaría de Educación no se percataron de la gravedad de lo que estaban informando, porque un sistema educativo cuyos maestros son tratados como delincuentes potenciales sólo indica el nivel de descomposición de una sociedad, que es el producto directo de la educación recibida por las personas que la constituyen.
Es posible que la falla no sea toda del sistema educativo, pero lo que sí es claro es que éste no ha respondido en forma adecuada para prever y evitar la descomposición social, cuya realidad hoy se acepta entre quienes buscan obtener o mantener un puesto de profesor. El gran legislador romano Marco Tulio Cicerón planteó, con gran sabiduría, hace más de 2 mil años que cuando hay descomposición (corrupción) en una sociedad, ésta siempre ha comenzado por la cabeza, tal como ocurre con los pescados, refiriéndose desde luego a lo que sucedía en la antigua República de Roma, donde desde aquella época se acostumbraba ya comprar los votos para ganar las elecciones consulares. Pero aquí también la raíz del problema está en la educación, que ha fracasado en la formación de los líderes que el país necesita para salir de la crisis que tiene décadas de amenazar la existencia de nuestra sociedad.
La ausencia de valores éticos constituye, sin lugar a dudas, el más grave problema que está minando a la sociedad. Sería deseable que las autoridades educativas nos indicaran si la reforma educativa tiene previsto de alguna manera incidir en su solución, aunque después de analizar las mentiras y deformaciones que contienen los libros de texto. Parece difícil que se intente siquiera abordar el problema que está destruyendo al país y que parece ser fomentado por el gobierno mismo, con apoyo del Congreso.
Una de las fotos publicadas por la revista Proceso de esta semana, en la que aparece un grupo de senadores de diversos partidos festejando sin pudor la consumación de la venta exitosa de sus servicios al consorcio televisivo, contra la sociedad, constituye una muestra de lo que nuestro sistema educativo ha producido en el pasado y que a las autoridades educativas actuales parece tenerles sin cuidado.
La formación ética y de valores constitucionales es una falla gravísima, pero no es la única. Otras deficiencias graves se notan a partir de los resultados de las pruebas Enlace realizadas por los gobiernos anteriores y minimizadas por el actual, sin ofrecer, más allá del discurso, alternativa alguna para mejorar esos instrumentos. Así, mientras en el área de matemáticas se observa un avance que pareciera ser importante en una buena parte de los estados del país, es insignificante en la comprensión del lenguaje escrito, lo que muestra claramente la ausencia de una metodología y de una estrategia para reducir el problema, que hoy se está pretendiendo resolver, más con improvisaciones que con una metodología seria.
Las soluciones que se observan en la reforma educativa del presente gobierno se reducen a buenos deseos, pues si bien indican a los maestros lo que deben lograr, es poco lo que proponen sobre cómo hacerlo. ¿Cómo para cuándo piensan que los resultados de la reforma puedan empezar a observarse? La verdad, quién sabe y en ello sólo queda de manifiesto que esta reforma pasará al olvido como otras emprendidas en el pasado, las cuales planteaban ambiciosos objetivos, pero carecieron siempre de instrumentos que permitiesen evaluar sus avances.
De manera reiterada, diversos planteamientos bien fundamentados indican que la reforma no es educativa, (aunque todos podemos estar de acuerdo en que una es verdaderamente necesaria para corregir las fallas de la educación actual), sino administrativa. Y aquí también las cosas están en veremos, con el antecedente de que la reforma administrativa más importante, instrumentada por el gobierno de Salinas –desconcentrar la educación para hacerla de la responsabilidad de los estados–, su anulación es precisamente uno de los objetivos de la reforma administrativa actual, que ahora pretende volver a centralizar la operación de la educación en la Secretaría de Educación Pública, ante los excesos de corrupción de los gobiernos estatales, que sólo vieron en el ramo un enorme botín para financiar sus dispendios e intereses personales.
De esta manera, la reforma actual es, entre otras cosas, la clara aceptación y evidencia de que la anterior fue un fracaso, precisamente porque los estados no estaban éticamente preparados para su instrumentación.
Todo lo anterior nos lleva a reconocer que la educación nacional vive hoy un enorme fracaso, cuya responsabilidad no recae en los maestros, como se les ha querido imputar. Admito que este artículo es una crítica que no aporta planteamientos de solución; por ello me propongo dedicar mi atención a hacer algunas propuestas concretas tanto para la educación básica como para la educación media superior.
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