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Observatorio de medios
________________________________________________Ramón Beltrán López
Leí con atención la sección local del periódico Milenio correspondiente al 25 de octubre. En la parte correspondiente a Cultura aparece una plana completa que se refiere al hallazgo de un nuevo incunable en la Biblioteca Histórica José María Lafragua de la Universidad Autónoma de Puebla. Un nuevo incunable –nuevo por ser un hallazgo reciente– de 524 años de antigüedad. El 14 que se ha identificado, según la nota. Este está titulado Sermones de tempore y Sermones de sanctis, y es un ejemplar impreso en 1486 por Nicolaus Philippi. Uno más de los tesoros que guarda esa biblioteca, la que hace medio siglo era utilizada cotidianamente por los estudiantes de la universidad como uno de los sitios más apropiados para preparar sus clases.
Y como ex alumno, como alguien que le debe toda su preparación a esa institución, debería haberme sentido muy contento, satisfecho y orgulloso del nuevo hallazgo.
Sin embargo, esos sentimientos pronto se desvanecieron al seguir leyendo.
Y eso debido a que al continuar la lectura me enteré de que en 1947 mi maestro Héctor Silva Andraca había elaborado un catálogo de los incunables hallados hasta esa fecha. Y que identificó 19 incunables diversos.
Y en ese momento vino a mi memoria aquel escándalo, cuando recién había ingresado a esa institución. En ese entonces el incunableOpera Medicinalia de Francisco Bravo y Pedro Ocharte, con fecha de edición en 1570 y que fue el primer libro de medicina impreso en el continente americano, había sido sustraído de esa biblioteca para posteriormente ser hallado en Nueva York y felizmente recuperado. Inicialmente se culpó del hecho al rector Dr. Manuel S. Santillana, y esto causó una gran inquietud política, al interior y al exterior, tanto entre los alumnos como en el cuerpo docente de la institución que recién había estrenado su autonomía como entre los ciudadanos.
El libro fue recuperado finalmente e inclusive ha sido traducido al español por la maestra Lourdes Gonzalez Balderas.
Y es que tanto ese incunable como todos los demás que aún existen son obras valiosísimas, tanto por su valor económico como por su valor histórico. Meses después de la pérdida se centraron las acusaciones en el encargado de la biblioteca, Antonio Esparza, quien enfrentó un largo proceso y posteriormente fue encarcelado. Tanto la ciudad como la universidad vibraban de indignación y exigían que se castigara a todos aquellos otros que fueran responsables o copartícipes del hurto. Solamente el profesor Esparza sufrió el castigo de la justicia, como único responsable. Ese incunable, uno de los 19 que documentó y catalogó el profesor Silva Andraca hace 63 años, regresó a nuestra biblioteca, al acervo de nuestra alma mater.
¡Que fantástico resultaba que se encontrara ahora otro más y que se enriqueciera así el acervo bibliográfico de la UAP!
Pero más pronto que tarde mi orgullo y mi felicidad perdieron sus alas y su entusiasmo.
La triste realidad de nuestro país parecía imponerse una vez más.
La nota continuaba:...“A raíz de una reconstrucción de la biblioteca a cargo del maestro Enrique Aguirre Carrasco en 1972, se recuperó mucho material disperso, y de los 19 incunables identificados en 1947 solamente se hallaron 11, pero lo curioso expresó (Jonatán Moncayo Ramirez, catalogador de la Biblioteca) es que de estos 11 ejemplares sólo cinco corresponden a los que Héctor Silva Andraca había hecho referencia”.
¿Cómo dijeron? ¿Entonces cuántos se han perdido? ¿Eran 19 en 1947, más seis que existen actualmente y que no se encontraban en la lista original, más el actual, dan un total de 26? ¿Entonces se han perdido 14 incunables de la lista original? ¿Y nadie hace nada y nadie dice nada y nadie intenta localizarlos como se hiciera 50 años cuando el Opera Medicinalia? ¿Al actual rector le tiene sin cuidado? ¿Y al Consejo Universitario? ¿Desde cuándo están enteradas nuestras máximas autoridades universitarias del faltante? ¿Cuántas de estas han sido cómplices del hurto, ya sea por comisión (por haber participado en este, de una forma o de otra) o por omisión, pues no ha parecido preocuparles en absoluto su desaparición? ¿Cuándo desaparecieron? ¿Dónde están?
¿Acaso nos hemos acostumbrado tanto al hurto y al saqueo de los bienes públicos que ya a nadie le importa, a nadie le preocupa?
¿No hay responsables? ¿No se ha iniciado ninguna investigación?
¿Se perdieron y ya?
Porque según refiere Jonatán Moncayo existen dos índices de incunables: el Incunabula Short Title Catalogue (ISTC) y elGesamcatalog der Wiegendruke (GW).
Refiere el autor del hallazgo que este será expuesto en el II Encuentro Nacional de Bibliotecas con Fondos Antiguos, que se realizará en San Luis Potosí. ¿No será acaso esta la oportunidad de denunciar públicamente los títulos faltantes, de acuerdo al listado de Silva Andraca, para solicitar la colaboración de los participantes en su búsqueda y recuperación?
¿No será este el momento de exigir a las autoridades universitarias que expliquen los hechos y denuncien las pérdidas ante las autoridades correspondientes?
¿O acaso lo deberán hacer los particulares, los ex alumnos?
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