El escritor, en entrevista con motivo de la recepción del Premio Nacional de Ciencias y Artes
La poesía no es un género, es la literatura
, afirma el también ensayista y académico
El máximo galardón que da el país es un reconocimiento a la gran tradición lírica mexicana, dice
Ante la descomposición política y socioeconómica que prevalece en el país, el poeta David Huerta Bravo (DF, 1949) considera que la decencia es un atributo esencial para ser de izquierda.
Hijo de uno de los más grandes poetas mexicanos del siglo XX, el Gran Cocodrilo Efraín Huerta, el también ensayista, traductor, editor y académico no esconde su desencanto con la actual izquierda mexicana, si bien ello no le impide reafirmar su filiación con esa corriente ideológica.
Estoy muy decepcionado, la ponzoña del poder los ha destruido, moral, histórica y políticamente. Y, pues, a ver cómo le va al país sin una izquierda ilustrada como la que queremos. Es una pregunta retórica, le va a ir mal
, enfatiza.
"Necesitamos una izquierda ilustrada, moderna, esclarecida. Ya en los años 30, Alfonso Reyes había dicho: 'Pido el latín para las izquierdas', es decir, que se desembrutezcan, y es lo que seguimos pidiendo."
¡Ojalá me devolvieran mi voto!
En entrevista con La Jornada con motivo de la recepción del Premio Nacional de Ciencias y Artes, en el campo de Lingüística y Literatura, David Huerta considera urgente refundar la izquierda en México, aunque no desde la perspectiva partidista, sino desde otra plataforma que debe ser imaginada.
Las cosas no pueden quedarse así. Tenemos que defender la educación pública, el Estado laico, esas son las grandes causas de la izquierda, al igual que el combate a la desigualdad, la defensa de las instituciones de salud pública
, agrega.
Ser decentes ya es bastante ser de izquierda. No robar ni engañar, ni mentir ni hacer tropelías, como hacen estos pillos. Ningún dirigente me resulta interesante ahora, ninguno. Voté por algunos, incluso por algunos que están gobernando ahora. ¡Ojalá me devolvieran mi voto!
El autor recuerda que, al igual que su padre, fue militante del Partido Comunista (PC), e incluso se aventura a decir que muy probablemente sea el último comunista de México
, en términos formales.
Tengo el carnet del partido firmado por Arnoldo Martínez Verdugo, apenas unos pocos días antes de que se disolviera el PC para la fundación del Partido Socialista Unificado de México (PSUM)
, cuenta.
Entré al PSUM como comunista y para fortalecer lo que iba a convertirse en una corriente dentro de ese partido, la de los ex comunistas; luego pasaron tantas cosas que no vale la pena recordar. Ahora no estoy en ningún partido. No siento simpatía por ninguno.
Realizada en su departamento en la colonia Nápoles, la charla con el poeta es larga y amena. El tema político es el último tratado durante la poco más de hora de la reunión, en la que se encuentran asimismo su esposa, la escritora Verónica Murguía, y su hija Tania.
David Huerta habla de manera extensa de la poesía, de cómo se inició en ella siendo un lector voraz entre los ocho y 17 años; de sus primeros versos escritos a los 10 años, de cómo influyeron su papá y los amigos de éste para esa vocación, pero también su mamá, Mireya Bravo, y el papel de mentor que desempeñó el ya fallecido vate guatemalteco Carlos Illescas. Ubica, asimismo, a Jesús Arellano y Rubén Bonifaz Nuño como los poetas que le dieron la alternativa, al publicarle su primer libro.
Mis padres se separaron cuando yo era muy chico. Aunque mi padre nunca estuvo ausente, con quien me crié y crecí fue con mi mamá. Cuando era yo un adolescente, con él consolidé una relación literaria y de orden intelectual; toda la vida puso literatura en mis manos y lo escuchaba hablar
, recuerda.
No es muy común en el caso de los escritores; yo crecí entre gente que escribía: periodistas, narradores y poetas, y también gente que estudiaba y se dedicaba a la militancia política. Entonces, las conversaciones sobre temas culturales, literarios, políticos en la casa eran de todos los días. Éramos una familia de izquierda con ciertas vertientes intelectuales y poéticas muy serias.
A su decir, los poetas pertenecen a la misma estirpe, debido a que todos se relacionan de alguna manera. En el caso de los mexicanos, reconoce a Sor Juana Inés de la Cruz como la abuela más maravillosa
.
La relación que lo une con ella es casi orgánica, según recalca, lo mismo que ocurre con Ramón López Velarde y José Gorostiza, a quienes en conjunto considera la triple corona de la poesía mexicana.
Estos tres poetas, agrega, "tienen algo en común, aunque parezcan muy diferentes: están unidos porque son poetas gongorinos; es decir, están cercanos al que considero el más grande poeta de la lengua española: Luis de Góngora.
Esto no es debatible, y quien trate de hacerlo arderá en los infiernos por los siglos. Góngora es el más grande, es el jefe, y lo supieron sor Juana, López Velarde y Gorostiza, como puede verse en sus poemas.
De acuerdo con David Huerta, el Premio Nacional de Ciencias y Artes es un reconocimiento a través de su trabajo a la poesía mexicana, como ha ocurrido años anteriores con Dolores Castro, José Luis Rivas, Francisco Hernández, Hugo Gutiérrez Vega e incluso su padre, Efraín Huerta, quien lo recibió en 1976, convirtiéndose ahora en el único caso en que padre e hijo son distinguidos con ese galardón.
Se reconoce el trabajo de la poesía como fundamento de la literatura. La poesía no es un género, es la literatura
, subraya, para luego aceptar que este género ha perdido un poco su misión de contar historias, algo que debe recuperarse.
Para el autor no hay duda: la poesía goza de gran aceptación y reconocimiento social en México, aunque su proporción en el mercado sea microscópica con relación a la narrativa.
La poesía está más presente de lo que creemos en México. De acuerdo, no tiene un lugar grande en el mercado, pero está presente en muchos aspectos de nuestra vida, en el habla de la gente, las canciones, el albur, el doble sentido, el lenguaje intencionado
, dice.
Hay diferentes manifestaciones de la poesía que no es necesariamente la poesía culta o de la gente a la que premian. Tenemos una vida poética en algún sentido; en otro, la tenemos entregada a la prosa del mundo, en el sentido feo de la palabra prosa.
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