Observatorio de medios
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Por Liz Alcalá Esqueda
Cuando ingresé a la BUAP (entonces UAP, que es como debe llamarse), no tenía ni idea de quién era Marx o qué era eso de derecha o izquierda en política. “Recién despertaba de un sueño infantil”, como dijera Serrat. Fue en las aulas y en los pasillos del bello edificio Carolino como me fui enterando de los movimientos sociales y del papel crítico y activo que podríamos tener los estudiantes. También de que el buen profesor es alguien mucho más que un simple repetidor de libros, por muy buen repetidor que sea.
En ese entorno conocí el papel de un rector universitario, un personaje que tenía que inspirar respeto no sólo por su labor representativa sino por su calidad académica e intelectual. A mí me tocó conocer al químico Sergio Flores, del cual recuerdo poco. Un buen académico, discreto y educado. Sé que todos ellos quedaban no sólo por sus méritos sino porque pertenecían al Partido Comunista. Por eso, en ese entonces, la UAP estaba permanentemente enfrentada con las autoridades del Estado. Como es lógico, los medios de comunicación, siempre fieles al poder, se unían para echar pestes contra la Institución y sus integrantes, obviamente.
En ese entorno conocí el papel de un rector universitario, un personaje que tenía que inspirar respeto no sólo por su labor representativa sino por su calidad académica e intelectual. A mí me tocó conocer al químico Sergio Flores, del cual recuerdo poco. Un buen académico, discreto y educado. Sé que todos ellos quedaban no sólo por sus méritos sino porque pertenecían al Partido Comunista. Por eso, en ese entonces, la UAP estaba permanentemente enfrentada con las autoridades del Estado. Como es lógico, los medios de comunicación, siempre fieles al poder, se unían para echar pestes contra la Institución y sus integrantes, obviamente.
Sin embargo, y pese a las posibles disputas internas, se respiraba un ambiente de libertad, solidaridad y búsqueda para fomentar un pensamiento crítico. Jamás nadie me obligó a leer, votar o apoyar a nadie. Jamás llamaron a mi casa para pedir mi voto; jamás condicionaron mi trabajo o una calificación.
Después llegó el ingeniero Terrazas, el mejor rector para mí de toda su historia. Un gran académico, con visión científica y con méritos propios. Durante su rectorado los universitarios, tanto estudiantes como trabajadores, vivimos la mejor época de la institución. Como estudiantes contábamos con apoyos para asistir a congresos, se financiaban las mejores temporadas de conciertos con artistas de renombre internacional, pero NO COMERCIALES. Así disfruté de Nacha Guevara (en su mejor época), Soledad Bravo, el ballet Bolshoi; el cuarteto Punta del Este; el grupo teatral El Galpón; Los Calchaquis; Mikis Theodorakis, Óscar Chávez y Chava Flores. Y TODOS GRATIS. Se nos educaba para ser críticos y tal vez de izquierda, pero también a disfrutar de lo mejor del arte.
Recuerdo cuando un grupo de extrema derecha (FUAS, que después fundaron la UPAEP) asaltó el Carolino, dejando como rehenes a varios amigos y conocidos míos que jamás habían hecho nada, los universitarios nos empezamos a organizar de forma espontánea para ver cómo podíamos “rescatar el Carolino”. Nadie nos convocó a nada, éramos pequeños grupos que poco a poco nos fuimos uniendo para apoyar a nuestro rector, a quien precisamente el gobierno intentaba derrocar.
El 1 de mayo de ese año, nos organizamos e irrumpimos en pleno desfile gubernamental bajo el grito unánime: TERRAZAS, TERRAZAS… ante el estupor del gobernador, su gabinete y sus invitados. NADIE ENTONCES NOS OBLIGÓ ni nos impuso apoyar al rector. Cuando alguien se gana LA AUTORIDAD, se le defiende simplemente.
Le tocó el turno a Alfonso Vélez Pliego. Aquí empezó la división entre los universitarios. Por desgracia aunque Vélez gozaba de buen prestigio, en mi opinión, sin darse cuenta, fue utilizado por grupos derechistas para, poco a poco entregar la universidad. Fue en este periodo cuando lo que antes era un sólo grupo sindical, empezó a dividirse entre los “académicos” y los trabajadores. De alguna forma a los académicos de las facultades les hicieron creer que ellos estaban por encima de los demás… y se lo creyeron. Entonces empezaron a cuestionar eso de la universidad “democrática, crítica y popular”… craso error…
Por eso es que Alfonso repite el rectorado pero no de forma unánime como Terrazas, sino con manifestaciones cada vez más grandes de división entre los universitarios. Por ello, al siguiente periodo queda ÓSCAR SAMUEL MALPICA URIBE (qepd), asesinado recientemente, por desgracia.
Como para entonces el plan de la derecha de erradicar todo lo que oliera a izquierda en la UAP estaba más que en marcha, aparecieron los brotes de inconformidad contra Malpica quien cayó en las provocaciones permitiendo el enfrentamiento entre trabajadores, académicos de las escuelas profesionales y el resto de los trabajadores. Fue cuando nos amanecimos con dos rectores y dos cheques.
El rector “comodín” fue un amable académico, por cierto amigo mío, Juvencio Monroy, quien no tenía ni interés en la política ni colmillo para ella. Pero vino de alguna forma a calmar las aguas ante un desmantelamiento de la UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEMOCRÁTICA, CRITICA Y POPULAR. Después de esto, nada volvió a ser igual.
La entrada de Monroy no tuvo más objetivo que permitir el reordenamiento de los grupos de derecha, quienes les endulzaron el oído a los académicos que más ganaban para imponer un nuevo rector abiertamente derechista: Eduardo Jean Pandal, de cuya historia RECTORAL no recuerdo absolutamente nada.
Fue entonces cuando la DERECHA salió del clóset EN LA BUAP, que entonces cambió de nombre; el rector dejó de llamarse rector para definirse como “EL SEÑOR RECTOR” (¿acaso se dice: “el señor barrendero”?); fue entonces que todo empezó a cambiar en la Uni y la cercanía universitaria dejó de existir y el otrora comunista JOSÉ DOGER CORTE asumió el cargo y se transfomó en virrey. Los consejos académicos desaparecieron y se llenó la administración de asesores, secretarias y guaruras con tremendos salarios y mayor prepotencia. Doger no se destacó por sus méritos académicos aunque todo mundo frente a él hablaba maravillas pero…
El nepotismo no se hizo esperar y después de dos rectorados a golpe de reformas a la ley universitarias que dejaron prácticamente sin voz ni voto al grueso de los universitarios, asumió el cargo su primo, Enrique Doger Guerrero, exacadémico del mismo instituto que fundara el mejor rector, LUIS RIVERA TERRAZAS.
Para entonces los méritos académicos no tenían demasiada importancia. Suficiente tener buenas relaciones con el gobierno en turno o con el partido mayoritario. La libertad de expresión con los rectores comunistas, desapareció con los nuevos aires de la “excelencia”.
Y nos llegó el último relevo que sinceramente no sé de dónde salió, Enrique Agüera. Más famoso por sus cirugías y sus fiestas que por sus logros académicos personales e institucionales. Este nuevo político que piensa que las construcciones faraónicas son sinónimo de calidad académica y que recibe a los futuros profesionistas con fiestas a remedo de la película VASELINA (Grease). Basta comparar las biografías de cada uno de ellos para hacernos una idea de cuán distintos fueron. Del último no puedo hablar porque aún está en periodo de prueba al ser simplemente interino.
Lo que sí puedo asegurarles es que, hasta después de Juvencio Monroy, quienes fueron rectores de la UAP, pudieron pecar de muchas cosas pero no de haberse ENRIQUECIDO a costa de nuestra institución.
Texto publicado por Milenio Puebla, el 9 de agosto de 2013
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