por: Alberto Tinoco
Fuente: Noticieros Televisa
Altar en Sonora se ha convertido en el centro de la mafia de traficantes de personas, de coyotes
SONORA, México, ago. 10, 2004.- El nombre del Altar, quizá y no dice mucho, pero es el punto de encuentro de miles de migrantes mexicanos que intentan cruzar a los Estados Unidos.Con apenas siete mil habitantes esta comunidad del estado de Sonora también se ha convertido en el mayor centro de operaciones de la mafia que se dedica al tráfico de personas, es Altar, tierra de coyotes.
REPORTERO: Buenas, ¿no sabe quién me puede cruzar?COYOTE: ¿Mande?
REPORTERO: ¿No sabe quién me puede cruzar, con quién puedo hablar?
COYOTE: Yo mero, yo te llevo, dijo el coyote. La frontera entre Arizona y Sonora está caliente, los coyotes tienen sed y sus víctimas hambre.
COYOTE: Mire, hay mucha gente que nada más los engaña, dijo el coyote.REPORTERO: Hay mucha gente qué, qué, preguntó el reportero.
COYOTE: Hay mucha gente que los engañan que los van a llevar para arriba y les están quitando su dinerito, ahí los dejan en el camino; entonces hay que tener mucho cuidado en eso, ellos llegan platicándote cosas y nada más te chingan el dinero... y no te llevan. Se chingó la cosa. Todo comienza en el aeropuerto de Hermosillo al que todos los días llegan cientos de migrantes, con su pequeña mochila, en donde guardan lo único que tienen... esperanza.
De la capital de Sonora son trasladados hasta Altar, zona árida, de desierto que quema, a tan sólo 100 kilómetros de la tierra prometida.
Amanece en Altar, el que llega aquí sabe bien a lo que viene.
“Creo que Altar es sin duda alguna, el último espacio en México por donde se puede cruzar hacia Estados Unidos y por ende se puede presentar como un oasis en el desierto”, señala Francisco Javier García, director del Centro Comunitario de Atención al Migrante y Necesitado de Altar, Sonora.
Francisco Javier García, ex alcalde de Altar, conoce bien el fenómeno, actualmente dirige un Centro de Apoyo a Migrantes, y asegura que en Altar no todos son coyotes.
“Altar está siendo mencionado a nivel internacional como el nido, lo que decías tú al principio, de los coyotes”, afirma García.
El constante flujo migratorio ha transformado la tranquilidad de este pueblo, en lo que va del año han cruzado por Altar, rumbo a Estados Unidos, más de 216 mil migrantes.
“Llegan a Altar personas que han hecho del fenómeno migratorio su modus vivendi, gente que ya trabajó en este fenómeno en Tijuana, Ciudad Juárez, Piedras Negras dice: 'vamos a Altar' y ahí es cuando empieza la cuestión de inseguridad... Ahí es donde el fenómeno migratorio se ensucia y aparece la prostitución, el consumo de drogas, las bandas organizadas”, indica García.
Alrededor de la plaza del pueblo, hay casas de cambio y de envío de dinero, incluso las llamadas por cobrar a Estados Unidos son gratis.
En las casetas telefónicas se puede escuchar conversaciones de los migrantes que piden a sus familiares el envío de dinero para pagar al coyote.
Yo no más quería hablar con usted bien porque no me dejan hablar después, apá, usted tiene que hablar con ellos y decirle que está seguro pues, ellos desconfían y como usted los problemas los voy a llevar yo, no quiero que me golpeen o algo, porque ha pasado con muchas personas, que los golpean por algo. Es un día cualquiera en Altar, los comercios venden mochilas, gorras, guantes, todo lo necesario para cruzar el desierto.
Aquí todo es de paso, de prisa, no hay tiempo para hacer amigos en los merenderos, en los restaurantes.
Abundan las casa de huéspedes y pequeños hoteles que rentan miserables cuartos con tarifas de 100 y 200 pesos la noche.
Al medio día, el calor es sofocante, 34 grados a la sombra. La plaza del pueblo comienza a llenarse de migrantes, es el punto de contacto con el coyote, la negociación, el enganche a plena luz del día.
Contactamos a Francisco Juárez Robledo, quien dice ser de Hidalgo, aunque uno de sus amigos asegura que viene de Guatemala, son coyotes.
COYOTE: Tú me dices hasta dónde quieres llegar, si quieres yo te pongo hasta Phoenix o Mesa, Arizona, hacemos el trato... Hacemos el trato, si quieres que yo te ponga en Mesa, pues hacemos el trato aquí, yo cobró ahí 800 pesos, 800 dólares, hasta Mesa.REPORTERO: Si quieres vamos, a qué hora saldríamos.
COYOTE: Pues mañana, para qué quieres que te digo hoy, hasta mañana para que yo te lleve a dormir... Lo que si es que tenemos que caminar un rato.
REPORTERO: ¿Cuánto?, preguntó el reportero.
COYOTE: Para qué te digo mentira, yo camino una noche y media, respondió el coyote... A mí me gusta hablar claro, derecho, mejor decirte la verdad, no me gusta engañar a la gente. Si te puedes ir conmigo, entonces déjalo, hay gente conmigo pero vale más hablarte claro, si yo te digo mentiras es malo, Dios sabe, no sirve, por eso te digo yo camino dos noches y media y ya. La tarifa sube según el destino.
COYOTE: Donde nosotros alcancemos mayoría, la gente es a donde nosotros llevamos, son mil 800 dólares, pero subimos de Phoenix hasta Florida, New Yersey, Virginia, Carolina del Norte, Carolina del Sur, entonces por eso nosotros cobramos 1,800... 800 del desierto y mil para arriba, dijo el coyote...REPORTERO: ¿Tu dinero?
COYOTE: El dinero se paga hasta que estés allá. ¿Vamos como nueve personas? Sí, nueve y si yo consigo una más, vamos ir con 10. Dios quiera que yo consiga uno más, pero como te digo, el dinero se paga hasta allá”. Al atardecer camionetas repletas de migrantes se dirigen a la Ladrillera, en el Sasabe, antesala de la línea fronteriza. El trayecto dura hora y media, sobre un camino de terrecería.
En el Sasabe, los agentes del grupo Beta, les advierten sobre los riesgos de cruzar por el desierto.
A la Ladrillera llegan cientos de migrantes todos lo días, en camionetas, incluso en camiones.
Son de todas la edades, hay mujeres y niños indígenas que apenas hablan español, todos enganchados por un coyote, que se esconde entre los migrantes, pero su ropa, su actitud cínica lo delata.
A propia autoridad sabe que están ahí, pero poco se puede hacer.
“Si no existe señalamiento por parte de los migrantes, nosotros no podemos actuar igual, ninguna autoridad... El migrante cuando lo denuncia es cuando ya fue víctima por parte del guía, del pollero, del traficante de indocumentados, es cuando lo denuncia, ya cuando le quitó el dinero, ya cuando lo dejó abandonado y demás, o sea no le cumplió”, señala Carlos Zozaya, del Grupo Beta Sasabe.
Inicia la travesía por el desierto, muchos logran su objetivo, muchos más morirán en el desierto... caminan en fila, al frente o al final de la columna va el guía, el coyote.
Del otro lado de la línea fronteriza, no los dejarán llegar muy lejos, la vigilancia es extrema.
El flujo de migrantes es seguido por cámaras, censores, radares, todo desde un centro de monitoreo en Tucson, Arizona.
Cae la noche, aún así, las cámaras infrarrojas detectan el movimiento.
Quienes logran burlar a la Patrulla Fronteriza, son trasladados a casas de seguridad en Arizona, ahí pasarán varios días hasta que sus familias paguen las cuotas “por el brinco”, como si se tratara del pago de un rescate. Si no es que antes son descubiertos por la migra.
Y todo comienza en el Altar, en esa tierra de coyotes, donde se lucra con las esperanzas del migrante, sueño americano que se vende, a costa de la propia vida. |
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